Todos en la Iglesia estamos llamados a ser discípulos y misioneros. Es necesario formarnos y formar a todo el pueblo de Dios para cumplir con responsabilidad y audacia esta tarea.
La alegría de ser discípulos y misioneros se percibe de manera especial donde hacemos comunidad fraternal. Estamos llamados a ser Iglesia de brazos abiertos, que sabe acoger y valorar a cada uno de sus miembros. Por eso, alentamos los esfuerzos que se hacen en las parroquias para ser “casa y escuela de comunión”, animando y formando pequeñas comunidades y comunidades eclesiales de base, así como también las asociaciones de laicos, movimientos eclesiales y las comunidades.
Nos proponemos reforzar nuestra presencia y cercanía. Por eso, en nuestro servicio pastoral, invitamos a dedicarle mas tiempo a cada persona, escucharla, estar a su lado en sus acontecimientos importantes y ayudar a buscar con ella las respuestas a sus necesidades. Hagamos que todos, al ser valorados, puedan sentirse en la Iglesia como en su propia casa.
Documento Conclusivo de Aparecida